Soraya Jiménez y el club de los atletas muertos

Mar 29, 2013

Quien no cree en la magia ni en asuntos astrales, se dará cuenta que es mera coincidencia que en el lapso de solo dos meses, mueran dos e los atletas que obtuvieron una medalla en los JJOO de Sidney 2000. En Enero murió Noé Hernández poco después de recibir un disparo en un tiroteo. Ahora muere Soraya Jiménez de un infarto al corazón. Las dos historias son trágicas. En el primer caso, el medallista de plata, recibió una bala que le destruyó el ojo izquierdo y deterioró el derecho. La recuperación fue rápida según palabras de su doctor y en pocos días dio declaraciones al público. Pero pocos días después falleció inesperadamente, posiblemente a consecuencia de un estrés severo que le ocasionó una muerte súbita.

Soraya Jiménez y el club de los atletas muertos

El caso de Soraya Jiménez es más doloroso. Después de su éxito en Sidney 2000, su vida vino a pique. Salió positivo en el control antidopaje en 2002, por lo cual fue inhabilitada 6 meses. Tuvo conflictos severos con Joaquín Vargas. Luego se le de acusó falsificar documentos de la UNAM que la acreditaban como pasante de la Licenciatura en Administración de Empresas para poder participar en la universiada del 2002 en Izmir, Turquía. Pero esos actos que pusieron en entredicho la reputación de Soraya Jiménez fueron los males menores. Soraya comenzó a enfermar mucho, le han operado 14 veces la pierna izquierda. Su ortopedista Antonio Miguel afirmaba que su pierna era la de una octogenaria. Debido a la influenza A/H1NI de la que enfermó varias veces y cayó en coma 15 días, tuvieron que retirarle un pulmón. Con todo eso, afirmaba correr 15 kilómetros diarios, nadar y levantar pesas.

Aún así seguía esforzándose, estudió un diplomado para titularse como abogada, daba asesorías en asuntos legales para mantenerse, y fue patrocinada por Grupo Uribe, su único patrocinador por cierto, quien le da una beca mensual y cada dos años le renovaban su Mercedes Benz. Lamentablemente fue víctima de un infarto, producto posiblemente de su deteriorada condición. Su última aparición pública fue en el funeral de Noé Hernández precisamente.

Era una noche del año 2000 en el que yo padecía de insomnio, y en la madrugada prendí la televisión para ver las olimpiadas (por la diferencia de horarios). Vi competir a la mexicana pensando en que iba a hacer una papel decoroso y nada más, porque nunca se habían logrados grandes cosas en halterofilia. Después de varios turnos nos dimos cuenta que había asegurado medalla y los cronistas de la televisión se sentían conformes con el color que fuera, porque ganar la de oro sería algo inesperado. Tenía que levantar 127.5 kilogramos para vencer a la norcoreana que se enfilaba al oro y lo logró, convirtiéndose así en la primera mujer mexicana que ganaba la medalla de oro en la historia de los Juegos Olímpicos y causando un gran júbilo en muchos de nosotros.

En cambio, en el caso de Noé Hernández, el sabor fue agridulce. Llegó en tercer lugar en la marcha de 20 kilómetros, siendo el primer lugar para el mexicano Bernardo Segura. Pero cuando este último recibía una llamada de felicitación del entonces Presidente Ernesto Zedillo, un juez le mostraba la cartulina roja que lo descalificaba, para que de esta forma Noé se quedara con la plata. Aún así, Televisa y TV Azteca (que en entonces eran un poco más competidores y un poco menos duopólicos) pelearon para obtener una entrevista en exclusiva por medio de un volada.

A veces la vida es ingrata, y más que la consumación del éxito posterior, la vida de Soraya Jiménez, así como la de algunos otros atletas, se fue a pique. Por errores suyos, sí, pero sobre todo por sus padecimientos. Murió joven, a los 35 años. Se va de este mundo consumada en el deporte al conseguir un oro histórico, no tanto así en su vida.

Descanse en paz Soraya Jiménez. Seguramente será más recordada por sus aciertos, que por sus desaciertos.