La cultura del sospechosismo y la conspiración

Feb 4, 2013

Soy sarcástico  y exagerado en retratarlo, con el fin de que se entienda más: Hablando sobre aquel apagón después del medio tiempo en el SuperBowl: -¡Qué casualidad que lo de Pemex y el apagón hayan sido la misma semana!-, ¡Claro, fue López Obrador y los del 132, Ciro Gómez Leyva ahorita nos lo va a comunicar!, -¡Fue una estrategia para que Florence Cassez estuviera en la porra de los Ravens!, -¡Seguro Salinas tiene acciones con los 49ers!, -Seguro quieren que Flacco sea el jugador del partido para que luego lo compre el América.

La cultura del sospechosismo y la conspiración

Se vio en el asunto de Pemex. Los mexicanos somos buenísimos en crear historias alternativas sobre los sucesos, sin importar si exista información suficiente, sin importar si la prueba más grande sea un tweet anónimo con una fotografía borrosa. Pocas horas después cuando el tema debería ser rescatar a los muertos antes que ver como se produjo este altercado que terminó en tragedia, ya existían varias teorías. En el banquillo de los acusados estaban Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, Carlos Romero Deschamps, las petroleras extranjeras. Todavía no había un dictamen oficial bajo el cual pudiéramos estar de acuerdo o no, es decir, todavía no existía siquiera una referencia para poder plantear algún argumento, pero ya se habían sentenciado a varios personajes.

Con esto no quiero afirmar que pudo ser cualquier cosa, o que la versión oficial vaya a ser verdadera. Sino que los mexicanos tendemos mucho a la cultura del «sospechosismo». Antes de hacer una crítica a la ligera a aquellos que lo practican, debería empezar por decir que creo que esto es un mecanismo de defensa. Históricamente la relación entre la autoridad (gobernantes) y ciudadano (gobernados) ha sido vertical, de sometimiento y totalmente opaca. Debido a la poca credibilidad que le confiere el ciudadano a sus gobernantes, busca por sí mismo interpretar lo que ha sucedido, previendo que los argumentos de la autoridad puedan ser falsos y manipuladores.

Algunos podrán decir que esta «cultura» es buena y necesaria, dada la opacidad que muchas veces permea en la autoridad. Podrían no estar tan equivocados, pero esta cultura a veces también acarrea un problema, y este problema es cuando los ciudadanos, los teóricos de la conspiración, no hacen un esfuerzo para obtener información que pudiera dar sustento a sus argumentos y con datos totalmente insuficientes dictaminan una sentencia «un presunto culpable sin algún argumento sólido».

Posiblemente el sospechar no sea malo. Por poner un ejemplo, muchos ciudadanos sospecharon sobre el proceso electoral pasado, y debido a eso se encontraron irregularidades, de lo contrario hubiera podido ser fácil meter la idea de «elecciones limpias» con lo cual no pudiera haber una retroalimentación y una sana depuración de nuestras instituciones. Pero esa actitud sospechosista debería provocar una necesidad de búsqueda de información para procurar que lo que se supone pueda tener más concordancia con la realidad. De lo contrario estaremos mucho más lejos de algún argumento sustentado y más cerca de un argumento «a la Jaime Maussan«.

Muchas veces las teorías conspiratorias se fortalecen debido a que son más interesantes que las aburridas realidades. Es más impactante afirmar que tal político puso una bomba en un avión a pensar que el motor tenía un desperfecto y estalló. Cierto que en un país como México, con la dinámica social e interacción entre poderes, medios de comunicación y ciudadanos, no es raro que una teoría conspiratoria se vuelva realidad. Incluso una realidad termina siendo una conspiración sobre otra conspiración (El error de Diciembre y el chupacabras), pero creo yo que el ciudadano debe de ser paciente y esperar a recabar la suficiente información (desde la oficial hasta los testigos que proveen argumentos alternativos y la contradicen) para poder sacar una conclusión más prudente.