#YoSoyDemocraciaEnPañales

Sep 19, 2012

No se trata de decirle a la gente que se ponga a trabajar, se trata de decirle que siga luchando e involucrándose, pero que se debe de hacer un replanteamiento y que se debe de aprender de los errores.

#YoSoyDemocraciaEnPañales

Hoy en Animal Político apareció un texto, una crítica al movimiento #YoSoy132 escrito por Gisela Pérez (quien fue parte de este). Esta vez no se trató de una crítica destructiva ni de la intención de un partido de acabar con este movimiento (como llegó a suceder con el PRI). Me parece un texto de lo más honesto que nos deja entrever lo que ha sucedido con este movimiento, y que ahora sí me concuerda. Pero lo interesante de esta nota es el trasfondo social y cultural que se mueve detrás de la sociedad mexicana. La intención no es descalificar de ninguna manera las expresiones sociales que se dan en el país, por el contrario, las aplaudo, y en este espacio las aplaudí. Más bien esto nos debe de servir de experiencia para ver donde estamos parados, y tal vez me preocupa un poco porque me pregunto si podemos aspirar a ser una nación democrática cuando pareciera ser que el grueso de la población no comulgan con sus principios.

Lo que dice la carta en resumen (la pueden ver completa en el enlace anterior) nos habla de que #YoSoy132 fue un movimiento genuino por universitarios inconformes con unos medios de comunicación que desde su posición monopólica tenían la capacidad de impulsar presidentes (y vaya que lo lograron). Este movimiento fue creado por organizaciones privadas como la Ibero (que vaya que el corte socialista que imprimen los jesuita en el alumnado tuvo mucha influencia), la ITAM, el ITESM y otras universidades. Naturalmente al tratar de hacer crecer el movimiento, admitieron a alumnos de universidades públicas como la UNAM de donde se creó el ala radical de este movimiento. Dicho bloque liderado por una izquierda dura, dogmática y reaccionaria, encabezado por los llamados «Los Ultras» literalmente se comieron al ala de los moderados, dado que estos primeros tenían mucho más experiencia en realizar asambleas y reventar movimientos estudiantiles, con lo cual buscaron apropiarse del movimiento. Estos naturalmente vieron a los alumnos de las escuelas privadas como «fresitas burgueses neoliberales».

Gisela Pérez en su carta profundiza como ocurrió todo esto. Pero a mí me deja algo claro, y es la falta de madurez social que permea todavía nuestro país, donde se cree que el autoritarismo debe de ser combatido con autoritarismo, como lo hacen estos sectores, quienes también en su mayoría son aficionados al futbol y son artífices de muchos altercados en los partidos de los Pumas de la UNAM. Las formas de estos grupos son parecidas a las de los partidos, con un alto tufo burocrático y verticalidad. Ese «modus operandi» no es muy diferente al del PRI que tanto critican. Donde pueden diferir en la política económica, pero donde sin darse cuenta, se parecen más en las cuestiones sociales. Tan efectivas son estas formas que tanto el PAN y el PRD han echado mano de ellas para hacer política, y tanto para que de alguna manera, los sectores más duros del estudiantes de universidades como la UNAM las usen.

Es de hacer un verdadero análisis ver como un movimiento pudo sortear los embates del partido de Enrique Peña Nieto con gran eficacia, pero que pasado el tiempo, no pudo soportar sus propios embates y su autosaboteo. Esta semana, el movimiento trabajó en una propuesta para la democratización de los medios de comunicación. Algo que necesitaba el movimiento. El problema es que la propuesta más que enfocarse en la pluralidad, pareciera que buscan que el estado intervenga en dicha democratización con subsidios. Parece ser ya una batalla contra el duopolio y no a favor de la democratización. En esta propuesta fue notoria una mayor presencia del ala radical que del ala moderada quien pugnó por la apertura de más medios. Hace tiempo ya había señalado mi desacuerdo en la concepción de lo que debería ser la democratización de los medios.

Este deterioro del movimiento es preocupante, porque en nuestro país se necesitan bloques opositores que tengan la capacidad de tolerar el disenso. Un movimiento así hubiera podido ser una mejor oposición ante el PRI (y ante cualquier partido que gobierne). Un movimiento que ataque ya no el efecto, sino las causas; que luchen por una mayor pluralidad en los medios, acabar la condición duopólica de lo dos medios principales, una reforma electoral (que hoy en día se ve sumamente necesaria) entre otros temas. Este deterioro y absorción por parte de los grupos radicales condenarían al movimiento al ostracismo, porque nadie querrá dialogar con ellos. Se vale disentir del resultado de las elecciones, del fallo del TEPJF, es totalmente válido. Pero ante una postura donde se desconoce la figura del nuevo presidente no se podrá hacer mucho y ya la historia lo ha mostrado. Si un Presidente electo tiene un grado de ilegitimidad tan alta que llega a la mitad de la población (como lo presumen algunos estudios) tendrá la necesidad de ceder, y es aquí donde los ciudadanos de a pie agrupados tendrían una gran oportunidad. Pero al caer en el dogmatismo, la pierden completamente. Si la llegada de Peña Nieto les significa una regresión su postura terminará siendo una mala noticia para ellos mismos.

No sería malo en lo absoluto que el ala moderada se desprendiera del movimiento y formaran uno nuevo. Aquellos del «masde131», aquellos que fueron los que organizaron el tercer debate, y que sin la carrera terminada en su mayoría organizaron uno mejor que los realizados por el IFE. De todos modos no se como se sentirían los «Ultras» al usar el hashtag de #YoSoy132 que sería relativo a aquellos que decidieron separarse. Claro que se lamentaría que fueran menos, y también que hubiera una férrea oposición entre los moderados y los radicales. Y curiosamente, este conflicto entre moderados y radicales no sería nuevo. En la misma UNAM, en la famosa huelga, existieron estas dos facciones.