Pobre Presidente

Sep 5, 2011

Más que el evento y el texto del mensaje con motivo del V Informe de Gobierno de Felipe Calderón, mismo que se convirtió en un acto de juicios, reclamos y justificaciones; la entrevista que el periodista Joaquín López Dóriga le hizo previo al mensaje del informe, revela de forma muy clara la soledad, el enojo y la intolerancia de un presidente que previo a su último año de gobierno, se siente incomprendido cual mártir.

Odia que juzguen su sexenio por el tema de la inseguridad, maldice el juicio de la historia que él y sus decisiones han construido con ahínco. Le incomoda no poder hacer nada para cerrarle la boca a Vicente Fox. Repite y repite que es un “demócrata” y que le gusta la libertad de expresión, aunque admite que le molestan los excesos de libertad y crítica hacia su gobierno. Se siente incomprendido y abrumado por el desprecio social, ¡Pobre presidente!

Dice sentir tristeza por las víctimas inocentes caídas en su propia guerra, pero para él, hay de inocentes a inocentes (no todos son iguales). Le entristecen las víctimas del ataque al casino Royale en Monterrey, pero “más me duelen” (palabras textuales) los policías federales, los marinos y los soldados caídos “en cumplimiento de su deber”.

Siente que él, es el presidente que “más ha dialogado” con la sociedad mexicana y los movimientos sociales. Se dice un “transformador” pero no admite que sus transformaciones, tienen cinco años llevándonos a un profundo deterioro social. Se dice “el presidente más criticado en la historia del país” y siente que las críticas son injustas y en muchas ocasiones infundadas, ¡Pobre presidente!

Justifica en todo momento su guerra con historias de policías y ladrones. Dice que ceder la plaza “a los criminales” nos hubiera llevado al envilecimiento de la sociedad, administrar la ilegalidad y simular la justicia. Parece que el Presidente no observa lo envilecida que está la sociedad que gobierna (con o sin crimen organizado).

Calderón se ha encargado de construir un país con muchas heridas y una sociedad en donde la polarización y los estigmas nos enfrentan entre nosotros. Al presidente Calderón le duele él mismo. Le lastima nunca haber podido legitimarse. ¡Pobre presidente!, “nadie lo respeta”. Que penosa es su ausencia de autocrítica y que lastimoso es verle con tantas actitudes de intolerancia y desprecio. Cuando estaba en campaña, le gustaba llamarse “el hijo pródigo”, hoy, le gusta sentirse “el hijo incomprendido”. No es que le disguste el poder, lo que le disgusta es gobernarnos a nosotros y hacer como que nos escucha. ¡Pobre presidente!

Calderón cerrará su último año de gobierno disgustado con sí mismo, pero más, con quienes nos atrevemos a cuestionarle. Terminará su sexenio con la sombra de la alternancia y con una permanente sensación de incomodidad y molestia. ¡Pobre del presidente!