El peligro de la costumbre

Ago 7, 2011

Hace poco más de un año, una profesora de género me pasó un artículo que hablaba sobre el “planchado” de senos, práctica que me pareció aberrante, más aún por las razones por las cuales se ha instaurado.

En África, más específicamente en Camerún, las madres “planchan” los senos de sus hijas para evitar que éstos se vuelvan voluptuosos y alejar así las posibilidades de acoso sexual o violación. La práctica consiste en calentar al fuego una piedra lisa y después presionar con ella o masajear los incipientes senos de sus hijas, a quienes comienzan a «plancharlas» desde edades tan tiernas como los 8 años.

Las consecuencias de este hábito van desde el dolor mismo que produce, hasta abscesos, infecciones, cáncer de mama, e incluso la desaparición de uno o ambos senos; pero a pesar de esto, se mantiene como una forma para proteger a las mujeres de la región.

El “planchado” de senos es considerada una forma de mutilación genital, que al igual que la ablación es ejecutada a las mujeres por las mismas féminas de su familia, mas la persistencia de esta costumbre se origina en una mentalidad machista que sanciona al cuerpo femenino, la cual no se constriñe a un sexo en específico, sino a la creencia diseminada de que son ellas las culpables de su propia victimización.

Quizás en México veamos este tipo de usos como una aberración fuera de toda lógica, sin embargo, en ciertos lugares, la falta de leyes y de sensibilidad de género ha provocado que se comiencen a instaurar prácticas destinadas a esconder al cuerpo femenino para protegerlo de los depredadores sexuales. En estados como Chihuahua o Tamaulipas, las jóvenes comienzan cada vez más a salir a las calles vestidas con ropas sueltas, sin maquillaje, y con el cabello desarreglado, para alejar así las posibilidades de ser acosadas o violadas, e incluso para evitar convertirse en un número más de las muertas de Juárez.

El incremento de la violencia, en cualquier país, tiende a exaltar los valores masculinos negativos, consistentes en la agresividad y la discriminación a lo femenino, que fuerza a las mujeres a vivir una situación de agresividad que merma su calidad de vida, quienes, ante la indiferencia de las autoridades, se ven obligadas a negar su propia feminidad con tal de protegerse.

La guerra siempre ha sido más cruel con el género femenino que con el masculino en todo el mundo, pues ante cualquier situación violenta las mujeres tienen más posibilidades de ser abusadas sexualmente que los hombres, y aun cuando México no está oficialmente en guerra, el estado de emergencia que vivimos se asemeja a uno, y las féminas viven con más temor a ser violentadas.

El hecho de que ya existan jovencitas que, para poder sentirse a salvo al caminar por las calles de las ciudades en las que viven, tengan que ocultar su sexualidad crea en su subconsciente la idea de que hay algo malo con su género, al grado que debe de ser escondido, negado, porque temen que alguien pueda dañarlas sólo por ser mujeres.

La Real Academia Española de la Lengua define al terrorismo, en una de sus acepciones, como «dominación por el terror». ¿Qué puede ser más terrorífico que el vivir con un eterno miedo a sufrir violencia tan sólo por existir? ¿Qué no es evidente que en ciertos lugares del país ya se ejerce un fuerte control sobre las mujeres, al grado que tienen que invisibilizarse para poder caminar por las calles en relativa calma?

El “planchado” de senos y la ablación son costumbres naturalizadas en algunos países de África parar poder ejercer un control sobre la sexualidad de las mujeres, sin importar si la «protección» que esto implica resulta aun más perjudicial para el cuerpo y la psique de quienes la sufren; mas el fenómeno que comenzamos a vivir en México atiende a los mismos principios que esas prácticas, y corremos el riesgo de acostumbrarnos a ellas y por lo tanto, a preservarlas, culpando después a las que no acaten estas reglas no escritas por su propia victimización.