Una ventana al 2012

Jul 5, 2011

SE disputaron el domingo las tan esperadas elecciones del Estado de México, donde no hubo ninguna sorpresa, cumpliéndose las expectativas que de los candidatos se tenía desde un inicio, donde el postulante del PRI, Eruviel Ávila, obtuvo una avasallante victoria, seguido de lejos por el perredista Alejandro Encinas, cerrando con Luis Felipe Bravo Mena, del PAN, en último lugar, que por el número de votos que se reportaron desde el Programa de Resultados Electorales Preliminares, suena más apropiado decirle así que llamarlo «tercer lugar».

Pero no fue solamente en el Estado de México, tradicionalmente priista, donde este partido logró el primer lugar en las votaciones, sino que el triunfo se repitió en las otras dos entidades federativas que celebraron sus comicios, Coahuila y Nayarit, lo que indica una clara tendencia de lo que puede suceder en 2012, cuando tengan lugar las elecciones federales: el PRI regresará a Los Pinos.

¿Es esto una prueba de que las y los mexicanos no tenemos memoria? No forzosamente. Claro está que las y los ciudadanos en este país tienen un gran problema de retención, que no existe la indignación crónica, y que la noticia más importante siempre será la del momento; pero no es la falta de esta herramienta mental la que llevó a las y los votantes a elegir al Partido Revolucionario, fue el miedo.

La retórica de las causas sobre la guerra actual no ha permeado en las masas como el gobierno federal quisiera, pues tuvo el PAN la mala suerte de que fuese durante su periodo en el poder cuando se volviera urgente combatir por la fuerza al narcotráfico, e introducir al Ejército y a la Marina para ello, los cuales tienen un entrenamiento muy distinto al de las policías preventivas, y menos respetuoso de los derechos humanos, cuyos deslices ya han impactado negativamente en nuestra percepción hacia ellos.

Las y los mexicanos no hemos sido capaces de comprender que fue durante la administración priista cuando se gestaron las circunstancias que llevaron a la situación actual, y es evidente que las mayorías anhelan una vuelta a un pasado que perciben mucho mejor que éste. No es falta de memoria, repito, sino de enfoque.

Hay que recordar las dos circunstancias fundamentales bajo las cuales se votó para que el PRI saliera del poder, mismas que se están repitiendo actualmente; por un lado experimentábamos una amarga molestia por el error de diciembre que llevó a la crisis de 1994, donde de la noche a la mañana se crearon cientos de pobres nuevos, aunado al innegable carisma del atípico candidato panista, Vicente Fox Quesada. Iguales circunstancias vuelven a coincidir a apenas un año de que comience la carrera presidencial, una crisis mucho más notoria y dramática que la del 94 –una que se cuantifica en vidas humanas, no en dinero–, más un candidato priista carismático (si no oficial, sí evidente), cuya imagen además ha sido pulida y edificada por Televisa, por sabrá qué oscuros tratos.

Mientras tanto, el PAN no atina para dónde ir; desde la lamentable muerte de Juan Camilo Mouriño, el partido no ha sido capaz de crear otro abanderado que tenga la fuerza y la simpatía suficientes como para competir con el del engominado copetito, quien se perfila rápidamente como el postulante único del PRI. Ante la falta de delfín presidencial, algunos han brincado para decir «esta boca es mía», sin que alguno de ellos (quizás con la excepción de Santiago Creel) haya logrado abrirse camino definitivo en las preferencias de la gente.

Para colmo de males, a todos ellos (Josefina Vázquez Mota al parecer no juega en esta ronda) estorba la actuación de Felipe Calderón, quien no puede convencer a las y los ciudadanos mexicanos de que tuvo razón al emprender esta lucha contra el crimen organizado. Por más que explique sus motivos, la apatía y el cinismo de la gente sueña con regresar al pasado, donde la institucionalidad acallaba las voces discordantes con la indiferencia y el desprecio a la disidencia, manteniendo una paz tensa y negativa tras la que se solapaban innombrables privilegios que crearon líderes sindicales como Elba Esther Gordillo, capaces de inclinar la balanza de las preferencias electorales a su antojo.

Por otro lado, el PRD ha fallado en su intención de convertirse en una tercera fuerza viable, debido a que no ha podido trascender al sectarismo que lo ha caracterizado y definirse por una izquierda unida, capaz de producir un candidato que pueda competir con el del PRI, creando resultados como el que pudimos apreciar el día de ayer, donde un Encinas fiel al lopezobradorismo perdió por la fobia del último a las postulaciones de unidad con el PAN.

Muchas cosas pueden pasar en un año, pero la tendencia en las preferencias de la gente es clara, por lo menos de aquellos que aún se molestan en votar, quienes parecieran querer regresar a los vicios del pasado haciendo honra al dicho aquel de “más vale malo conocido que bueno por conocer”, sin entender que en este juego no hay buenos ni malos, sino sencillamente estrategias fallidas.