Talk Shows y Reality Shows. Las bajezas de la TV.

Oct 2, 2010

Una de las formas de perder tiempo valioso en la vida y tirarlo a la basura, aparte de escribir un artículo en un blog que a lo sumo van a ver 30 personas, es ver un Talk Show o un Reality Show. Este tipo de programas es de lo más banal que se ha inventado en la televisión, porque están hechos para que el homo dizquesapiens sapiens sacie su sentido de la curiosidad viendo como otros primates de su especie se humillan en cadena nacional. Los dos tienen un formato distinto, pero tienen un fín en común y es ese, hacer que la gente se distraiga de las cosas que importan en la vida, viendo el comportamiento de otros seres humanos comunes y corrientes.

Talk Shows, a desangrar la reputación humana.

Empecemos con los talk shows. Literalmente traducido es un «programa hablado». Pero más bien es un programa donde se dedica a sacar los trapitos al sol de una persona entrevistándola y confrontándola con la otra persona con la que tiene un conflicto. En dicho programa el moderador es el conductor, que suele ser mujer (Véase Cristina Saralegui o Laura Bozzo) y la intención supuéstamente es hacer justicia a la víctima del problema que se sucitó entre las personas que fueron presentadas al panel, o más bien, satisfacer el morbo del televidente.

Aquí en México conocimos ese tipo de programas con el Show de Cristina. Luego los mexicanos empezamos a producir talk shows como Cosas de la Vida con Rocío Sánchez Azuara de la televisora de TV Azteca, (después Televisa sacó su propio talk show, no recuerdo su nombre), y luego volvimos a importar talk shows de otros lados como el famoso programa del Perú, Laura en América. Todos esos programas han tenido mucho éxito en México porque alimentan el morbo de las personas con un nivel intelectual medio-bajo (entre los cuales hubo muchos «ninis» que no tenían nada que hacer), pero muchos sabemos que muchos de los casos presentados ahí no son ciertos (claro que nunca vamos a saber cuales sí o cuales no). Hay mucha evidencia de que algunas «confrontaciones» fueron arregladas para hacer creer al telezombie teleespectador que lo que presentaban ahí eran reales.

El éxito de los talk shows es el morbo. Por más morbo y más polémica se le saquen a los conflictos que ocurren entre las personas involucradas, más éxito tendrá el programa. Eso depende mucho del juego que realice la moderadora, por eso gente como Laura Bozzo ha sido tan exitosa. Pero el medio está tan corrompido y tan decadente que hasta los mismos protagonistas de los programas como la tal Laura se metan en problemas escandalosos que arman el morbo en paralelo. Por ejemplo la Bozzo era simpatizante del régimen de Fujimori y usaba su programa como medio de propaganda oficialista y también fue perseguida por los supuestos montajes que hacía en sus programas. A pesar de todo eso fué contratada por TV Azteca y posteriormente por Televisa en este año, lo cual habla de la reputación de estas televisoras.

Reality Shows. El humano en una jaula.

El reality show es un formato de televisión donde se muestra lo que le ocurre a las personas reales, a diferencia de las emisiones de ficción donde los personajes son irreales, es decir, son interpretados por actores. En un reality show, lo interesante, lo que genera el morbo, es que una persona ve a terceros comportarse como son ellos mismos. Es como si vieran a escondidas lo que hace el vecino, o cuando se espía al pariente. A diferencia de los talk shows no hay un moderador al menos en la mayor parte del tiempo, pero si existen los incentivos y «trampas de arena» para poner a prueba al ser humano que participa en dichos programas. Hay de muchos estilos, están los de tipo encierro (ej, Big Brother), tipo supervivencia (ej, Survivor), tipo academia artística (ej La Academia u Operación Triunfo) entre otros, como los tipo soltero, modelaje, y hasta búsqueda de empleo.

Este tipo de programas despiertan la curiosidad porque se pone a las personas participantes ante diversas situaciones o retos para que el televidente disfute del comportamiento de las personas como si se tratara de ratones de laboratorio. En algunos (como los que tienen que ver con el encierro) más bien se les deja ser y el televidente se regocija viendo los conflictos dentro de la «casa», como lavan los trastes, o como hacen cosas que hace todo el mundo cotidianamente, pero en otros (como en los de survivor) se ponen pruebas dificiles para que el participante saque su instinto animal ante millones de teleespectadores. A pesar de que no son actores, y que más bien son seres humanos comunes y corrientes, la gente se termina identificando con ellos como si fueran estrellas de rock. Esto gracias a que las televisoras involucran al televidente  en el juego –Yo voy a votar por la chiva, yo quiero que se quede Myriam. Naturalmente la gran mayoría de los participantes gozan de una efímera fama para regresar al anonimato (algunos de ellos pueden sufrir algún problema psicológico por ese hecho), y solo unos muy pocos logran hacer una carrera.

En los reality shows la humillación no es tan premeditada como en los talk shows, pero si puede llegar a ser humillante porque el participante puede exponer cosas que no expondría ante los demás por la naturaleza del juego. Y también a diferencia de los talk shows, la gran mayoría de los casos son reales (aunque sospecho que hay alguno que otro que no lo es), porque es mucho más fácil reclutar personas que quieren ser famosas por unos días, a buscar casos de personas conflictuadas entre sí (como sucede en los talk shows).

Para terminar este artículo. Solo basta decir que yo detesto este tipo de programas, acepto que cuando ví por primera vez Big Brother me dió curiosidad, porque era algo nuevo ver el comportamiento de personas en cautiverio en televisión. Pero después de ver el bajo contenido ético que manejaban las televisoras con este tipo de programas, y como manipulaban tanto a los participantes como a los mismos espectadores, decidí dejar de verlos y buscarme algo mejor que hacer. De los Talk Shows nunca sentí ni la más remota curiosidad, se me hizo de lo más degradante que podía ver en la televisión.