Cuando uno se vuelve viejo.

Jul 8, 2009

Es en el sentido literal de la palabra, porque no tengo canas, no tomo chochitos. Todavía soy joven, pero si, a los 27 uno se da cuenta de que ya no lo es tanto, más bien,  ya es todo un adulto que solo en algunos años llegará a la mitad de su vida.

No se trata de calcular la edad, se trata de sentirlo:

1.- Uno todavía tiene vigor, energía, pero ya no es tan suelto como un adolescente. El adolescente tiene energía para todo el día, el joven adulto empieza a ver que si la utiliza de más, el cansancio puede llegar a pesar. Y no solo eso, las crudas son mas pesadas, cuando las hay, porque parece que eso de las pedas ya no es tan divertido como antes, y ahora más bién lo normal es beber y tan solo ponerse happy.

2.- Uno deja de ser idealista, y no es que necesariamente uno se amargue y deje de soñar. Creo que se debe de soñar hasta los últimos días. Pero creo que bien uno se vuelve más calculador con sus sueños, y el modo de vida hace que uno sea más selectivo con ellos. A esa edad, si es que todavía sigue soltero, uno ya piensa en independizarse, en progresar profesionalmente, en ser alguien en la vida, y poder ofrecer algo, por lo cual es importante buscar el probable éxito en el camino que se quiera encontrar.

3.- El tiempo se pasa mas rápido, y eso es algo que realmente no me gusta. Cuando uno es niño la diferencia temporal entre un año y otro es mucha, te cuerdas Juanito que el año pasado… Pero cuando uno es grande, el siguiente año está a la vuelta de la esquina. El tiempo se pasa tan rápido que a veces parece que uno actúa lento.

4.- Uno empieza a analizar lo que ha hecho de su vida. Cuando uno es adolescente no se preocupa en lo absoluto de lo que ha hecho con ella, pero cuando uno crece, ya empieza a recordar lo que ha hecho con ella. Es el inicio del síndrome de la nostalgia. ¡Ay Cabrón, que no he hecho nada con mi vida!.

5.- Uno deja de ser directo y se vuelve mas coinciliador, el quedar bien aumenta al paso de los años. Es más difícil rebelarte ante la sociedad. Hay que quedar bien en el trabajo, hay que mostrarle una cara feliz al entrevistador, hay que cambiar el ¡eres un pendejo!, por el ¡muuuy buenos días Señor Martínez!.

Y así uno se da cuenta, que ya no es tan joven.