Y claro, solo estamos hablando de las compras planeadas, que como sabemos, son las menos. Faltan esas compras que salen de lo racional, esas que van directamente al corazón; el lapiz labial de Claudia Shiffer por aquí, el reloj de Wynona Ryder por acá, la tanga de Britney Spears (aunque no se la pueda presumir a nadie) por acullá. ¿resultado?, Lucía en unos días se acostumbra a sus posesiones y se queda con ganas de más, pero los establecimientos y el banco, a repartir la lana. ¡¡que caro sale mantener a una mujer!!.
Ah pero claro. Un tal Carlos tampoco se sale de la plaga consumista. Empezando por el gimnasio, la dieta, y las pastillas reductoras que no sirven, para reducir esos kilos demás que le provoca el ir al McDonalds a la hora de la comida. Y del trabajo a su casa (que queda a 5 cuadras -Pongase a caminar guevón) en su Hummer, si, de esas camionetotas que gastan y queman gasolina a lo baboso; y luego ir por la novia, y por el amigo. A ir al mall a gastar la credit card, ¡o sea!, ¿veees?.
Ah pero eso si, lo coool ahora, es traer una de esas camisetas del calentamiento global, y claro, ver la famosa película de Al Gore, en el sistema Blue-Ray (el DVD está out) con pantalla digiplex, y todas las luces de la casa prendida. Y ni me pregunten lo que tengo prendido, a la hora de escribir este artículo.
Nosotros consumimos, y consumismos; y los que nos proporcionan el consumo lo hacen para consumir, y se vuelve un círculo vicioso, toda una maquinaria pesada, un sistema, un engranaje.
Eso si, todos tenemos un consumista dentro. Lo han logrado; somos una sociedad dormida, en el círculo vicioso del consumo; que hasta nuestros verdugos a la vez son unas víctimas.
Mientras, el reloj que marca el fin del mundo marca sus manecillas